
Una preocupación común sobre los refrescos, en particular las colas, es su potencial para debilitar los huesos. Si bien se ha creído que el ácido fosfórico afecta negativamente el metabolismo del calcio, la evidencia demuestra que esto no es necesariamente así. El verdadero problema es el desplazamiento: los refrescos a menudo sustituyen a bebidas ricas en calcio, como la leche, en la dieta, lo que resulta en una menor ingesta de calcio. Un consumo adecuado de calcio puede contrarrestar cualquier posible efecto óseo de la cafeína presente en los refrescos de cola, asegurando huesos más fuertes a largo plazo.
Azúcar en sangre y riesgo de diabetes

Los refrescos azucarados contribuyen a picos repentinos de azúcar en sangre, lo que aumenta la resistencia a la insulina con el tiempo. Consumir incluso un refresco al día se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. De hecho, un estudio reveló que por cada 150 calorías de azúcar añadidas a la dieta diaria, el riesgo de diabetes aumentaba un 1,1 %.
Enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA)

La fructosa, un componente clave de los refrescos, se metaboliza en el hígado. Su consumo excesivo puede provocar acumulación de grasa, lo que contribuye a la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA). Con el tiempo, esta afección puede progresar a complicaciones hepáticas graves, lo que subraya la importancia de limitar el consumo de bebidas azucaradas.
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