—¿¡Qué hiciste!? ¿Estás loca? ¡Es MI boda!
La miré tranquila, sirviéndome café.
—No, Sofía. Era la boda que yo estaba pagando.
Daniel entró corriendo.
—Mamá, esto es una locura. ¡La dejaste en ridículo!
Lo miré con tristeza.
—No, hijo. La dejé sin tarjeta.
Sofía gritó.
Lloró.
Me insultó.
Entonces me levanté y dije, con voz firme:
—Durante tres años me trataste como si fuera inferior. Te confundiste de persona. Yo no soy tu cajero automático. Soy la mujer que te permitió vivir como reina sin saber cuánto cuesta la corona.
Silencio.
📚 La lección
Les ofrecí algo distinto:
—Si quieren casarse, háganlo. Pero con su dinero. Empiecen desde cero. Trabajen. Ahorren. Aprendan lo que vale cada cosa que exigen.
Sofía me miró como si la hubiera traicionado.
—Nunca te quise —escupió.
Asentí.
—Eso ya lo sabía.
🌱 Epílogo
No hubo boda ese año.
Ni el siguiente.
Daniel tardó meses en volver a hablarme.
Un año después, vino solo.
—Tenías razón —me dijo—. No sabía lo que costaba nada… hasta que lo tuve que pagar yo.
Hoy sigo siendo madre.
Pero también soy una mujer con límites.
Aprendí algo valioso:
💡 El dinero puede comprar lujos, pero nunca debe comprar respeto.
Y si alguna vez vuelven a casarse…
Será con amor.
Y con esfuerzo.
Como debe ser.