Ese malestar desencadena un círculo de reinfección difícil de frenar si no se toman medidas adecuadas. Al rascarse, los huevos quedan adheridos a los dedos y bajo las uñas. Desde allí, cualquier contacto con la boca o con objetos aumenta la posibilidad de que el niño vuelva a infectarse o que los huevos se dispersen en el ambiente. Esto explica por qué los oxiuros pueden propagarse rápidamente en el hogar: un solo caso sin tratamiento oportuno puede derivar en contagios múltiples dentro de la familia.
El diagnóstico suele realizarse mediante una técnica sencilla conocida como “prueba de la cinta adhesiva” o Test de Graham. Este método consiste en colocar un trozo de cinta en la zona anal a primera hora de la mañana, antes de que el niño se lave o vaya al baño. Los huevos quedan adheridos a la superficie de la cinta, lo que permite su identificación en el laboratorio. Debido a que los parásitos ponen huevos de forma intermitente, a veces es necesario repetir la prueba en días consecutivos.
El tratamiento requiere el uso de medicamentos antiparasitarios indicados por un profesional de la salud. Generalmente se administran en dos tomas espaciadas para evitar que nuevas larvas continúen el ciclo. Un punto crucial es que todas las personas que conviven en el hogar deben recibir el medicamento, aun si no presentan síntomas. Esta medida evita reinfecciones y asegura la eliminación del parásito en su totalidad.