Para un control aún más preciso, es preferible mantener una ebullición suave en lugar de hervirlos de forma intensa. Esto reduce el movimiento dentro del recipiente y evita que los huevos se golpeen entre sí o contra las paredes de la olla, lo que también podría causar que se agrieten.
Un dato curioso es que los huevos ligeramente envejecidos —de unos cinco días— suelen ser más fáciles de pelar que los frescos, por lo que si tu intención es preparar huevos duros con buena presentación, no es mala idea usar huevos que ya llevan algunos días en el refrigerador. También se puede agregar una pizca de sal o vinagre al agua para minimizar el riesgo de que se rompan durante la cocción.
En conclusión, ese borde verdoso alrededor de la yema no es motivo de alarma. Es simplemente una señal de que el huevo fue cocido más tiempo del necesario. Ajustando unos pocos detalles en la cocción, es posible obtener huevos con yemas suaves, sin alteraciones en su color ni textura. Cocinar con precisión no solo mejora el aspecto del plato, sino que también garantiza un mejor sabor y una mejor experiencia a la hora de comer.